Después de tantos años visionando deshechos en formato fílmico uno cree que está de vuelta de todo, hasta que un día te topas con una aberración como «Mutantes en la universidad 2» y te sientes un don nadie. Efectivamente, cualquier película de la Troma tiene cualidades para ser carne de Ascor Movies por méritos própios, más que nada porque a esta peña les falta un par de cromosomas, pero ésta en concreto está por encima de todas, creo que no me equivoco si digo que, hasta ahora, es el máximo estandarte de la web, nuestro particular Santo Grial. Es conveniente advertiros que, los que tengan el valor de seguir leyendo, os toméis un vaso bien grande de bicarbonato o, en su defecto, dos cucharadas de Primperan.
Ya sé que los de Troma son los primeros en tomarse sus películas a broma como autodivertimento, sazonándolas con humor negro, autoparodia y mucho mucho cutrerío, pero de ahí a parir este feto hay un buen trecho. Para crear trash movies también se tiene que tener talento (como John Waters), no es sólo meter escenas gore y enlazar una parida tras otra, entre un sinfín de chistes sobre tetas y culos, sin contenido alguno. La verdad, con todo este conglomerado uno no sabe si la peli es buena o mala, me cuesta ceer con qué finalidad realizan sus porquerías, pero bueno, supongo que su público específico tendrán (como los protagonistas descerebrados del clásico documental «Heavy Metal Parking Lot» por ejemplo).
Iniciando la peli con metraje de la primera parte, la introducción nos narra la destrucción de la universidad de Tromaville gracias a la instalación cercana de una central nuclear, donde por culpa de los núcleos de isótopos y barras de uranio una serie de estudiantes se convierten en supernuclearizados, creando el caos en las aulas. La única manera de acabar con ellos es destruir por completo el campus de la universidad y así lo hacen.
Gracias a la generosidad altruista de la multinacional Nukemama Corporation, las instalaciones universitarias de Tromaville han vuelto a ser construídas, eso sí, dentro de la central nuclear bautizadas como Tromaville Techno, donde, debido a las pequeñisimas taquillas, las chicas se pasean todo el rato en bikini (?). Así pues en sus sótanos los reponsables crean una serie de criaturas superiores llamados subhumanoides, con físico humano, pero con una boca en el ombligo (ya les vale), para ser controlados en todo momento, careciendo de pensamiento y racionalidad para, según la doctora Holt, el progreso de la humanidad. La finalidad del decano Okra, pero, es bien diferente: suplantar los subhumaniodes por la siempre protestante clase obrera, para así reducir gastos de personal y conseguir sustenciosos beneficios.
Nuestro héroe favorito, el estudiante y periodista Roger Smith, intuye que algo anda mal al comprobar en un partido de básket cómo una de las jugadoras se fusiona en una mota verde con brazos, tipo Furby viscoso, ya que la vida de los subhumaniodes es limitada. La doctora Holt investigará, pues, el antídoto contra la fusión con experimentos de apareamientos como jevis con lagartos, mosquitos con gorilas o humanos con delfines bulímicos (mostrándonos esos monstruos con una técnica en stop-motion de tercera). El decano Okra, al enterarse de la finalidad de la doctora Holt crea una revuelta con la ayuda del clan de Las Ardillas para tomar el control de los subhumanoides, provocando el caos en la facultat desparramando residuos tóxicos por todo el campus. Uno de esos residuos contamina a una ardilla que pasea por el jardín convirtiéndose en un esquirol mutante de 30 metros de altura que pisotea y destruye todas las instalaciones de Tromaville Techno al más puro estilo Godzilla, mientras echa vómitos y mocos a chorro.
Como podréis comprobar, la serie de escenas grotescas son interminables, pero hay unas cuantas inolvidables (muy a mi pesar) que me han traumatizado de por vida: la secuencia donde nos enseñan lo que pueden llegar a hacer las boca-omblido (hinchar globos, comer manzanas, fumar, comer, hablar por teléfono, afeitarse, limpiarse los dientes… y hasta morrear entre ellas), el cameo del Vengador Tóxico, las imágenes gore de fusión, la jaula de freaks en stop-motion, la fiesta punk de Las Ardillas y, como no, la escena final con Godziardilla de protagonista donde aplasta casitas de maqueta y soldaditos de juguete simulando ser los actores. Un insulto a nuestra inteligencia, vamos. Por todo ello se tendría que realizar la segunda parte del juicio de Nuremberg para procesar al equipo entero de Troma por daños psíquicos y perjucios mentales contra la humanidad.
Para acabar os remito los personajes más destacables (como si eso importara!) que convierten, si más cabe, a este circo en la peor arma destruye-cerebros:
– George Smith: el paleto cachas-man protagonista, autodemoninado «El reportero de bandera», con un peinado tan hortera que ni en las pelis de Almodóvar, oigan. Es el hazme-reir de Tromaville Techno por su olor a sobaco y su moralina burguesa. Inolvidable la escena del polvete con la subhumanoide Tetas como Carretas.
– Doctora Holt: Encargada del departamento de ciencias, es la versión femenina de Re-animator, con peinado a lo Marge Simpson incluído, y culpable de todo el embrollo de mutantes que pululan por las instalaciones de la central nuclear.
– Decano Okra: Este caliente mental sobreexagerado, a caballo entre un rabino y Terremoto Earthquake de WWF, tiene una voz chillona y crispante que pone de los nervios al más impasible.
– Yoke: El jefe del clan de Las Ardillas, un gordo cabrón calvo con barba, con pintas a lo Judas Priest, que da asco hasta sí mismo.
– Los niñatos preadolescentes con patines: los únicos que intimidan al clan de Las Ardillas.
– Subhumanoides Tetas como Carretas: Pues eso.
– Victoria: la novieta del pardillo George Smith y jefa de las subhumanoides Tetas como Carretas. Asquerosa la imagen de su boca-ombligo sacando la lengua a lo Rolling Stones.
– Jones: la directora del Tromaville Times, el periódico de la facultad, tan profesional como los del Qué Me Dices o Interviú.
– Diane: la secretaria subnormal de Jones, la sobreactuación personificada.
– Harvey: el gilipollas de las gafas verdes que se bebe una cerveza… a mordiscos.
– Murray: el barrendero de la oficina que se fusiona en un Furby verde y se hace protagonista de la parte final del film hasta la llegada de Godziardilla.
– La ardilla mutante: Sin duda la estrella del film, un personaje que ha quedado grabado con letras de oro en la historia del séptimo arte, tan mítico como el mojón parlante de «Yo compré una moto vampiro«.
Y ahora, con vuestro permiso, me voy a visitar al médico a que me cure la úlcera.