Supongo que a más de uno de los habituales lectores de esta página les saldría la risa «boba» si vieran en su casi integridad la ceremonia televisiva del sábado 1 de febrero, esa especie de mitin caricaturesco dedicado a dar unas estatuillas a lo más granado de nuestra industria del cine. Evidentemente creo en la estabilidad psíquica de nuestros visitantes y me afirmo en mi convicción que solo un tarado o un sufridor compulsivo de bazofia televisiva (a.k.a masoka) podría «admirar» esa inmensa parida televisada para todo el país. No me extraña en absoluto, que sí en ese horario la gente emigró para ver otro subproducto en otra cadena televisiva, como «Salsa Rosa», que la gala de los Premios de la Academia del Cine (uy.. como me suena a mí esto) fuera un desastre total.
En un anterior artículo expuse las razones por las que la situación del cine español era cada vez más tan esperpéntica. Creí, humildemente en que nuestros prebostes «kulturales» harían acto de contricción en ese guateque al que le llaman «Premios Goya». Esperé por lo tanto a una autocrítica, pero en vez de ese acto, que en todo caso purificaría hasta cierto punto nuestra industria cinematográfica, me encontré con un bochornoso «espectáculo» propio de semi-intelectualoides, una ceremonia «antiglamour» que probablemente pasará a la historia como una especificación más del esperpento valle-inclanesco… en definitiva… «el ruedo ibérico» del siglo XXI.
No se ustedes, pero a mi me daba la risa tonta cuando veía a tanto semi-progre-subvencionado enfundado en trajes de alta costura (Armani, Valentino…) con esas chapas de metacrilato tan feas y horteras diciendo «No a la Guerra». Tanto discursito falsamente inopinado en contra de las acciones bélicas contra una dictadura (¿¿o se pensaban ustedes que el tirano Saddam era una hermanita de la caridad elegido democraticamente??). Tamaña cantidad de sinverguenzas que viven a costa de nuestros impuestos y que después no tienen lo que hay que tener (eso es… los cojones) para ir al Festival de Cine de San Sebastian y no guardar un minuto de silencio cuando hay un atentado terrorista, cuando hay un cadaver fresco de un guardia civil en un pueblo a poco más de cien kilometros de donde alardean en sus falsos discursos de intelectuales. Señores… el cine español, su industria, sus empleados, más que pena me dan sincero asco.
Por cierto, ni Garci (evidentemente fuera de la disciplina estalinista de nuestra Academia… como no, pagada por nosotros), ni Almodóvar (pedrito no va a ganar siempre), se han quedado sin ese Goya, barnizado en chapapote-progre. Mejor darselo al camarada León.
De pena.