Personas que llegan a los extremos de lo absurdo, que se disfrazan con calzas y se ponen en gayumbos a la primera, que salen en los talk-shows enseñandonos su jeta horrorosa llena de acne y con brazos (sobre todo el derecho) sobredimensionados por su actividad pajeril. Ésta es la fauna que pulula por algunos foros de internet negando la evidencia y llamando paletos a los pobres humanos que no conocen sus mitomanías…
La figura del friki probablemente entrará en la historia el día en que se reconozca como arquetipo y este día, la verdad, está llegando con rapidez. Sin embargo, y aun que hay varias categorías de su especie, es cierto que la que interesa en esta web es la «subespecie» del friki-cinematográfico.
Recuerdo con auténtico agrado una conversación con una amigo especialmente interesado en la mitología de Tolkien y que me hablaba que el día del estreno (al que evidentemente acudió) de «El señor de los Anillos: La comunidad del Anillo» en Madrid, las primeras personas que estaban en la cola del cine estaban disfrazadas, unas de hobbits, otras de Gandalf, etc… Mi amigo, me indicaba que, aunque los disfraces daban pena verlos, era su actitud autenticamente esperpéntica la que era repugnante. Algunas conversaciones, captadas al azar, indicaban que estas personas no sólo se identificaban con los personajes del filme, en tal grado, que algunos llegaban a hablar en ¡¡¡¡¡¡¡LENGUA ELFICA!!!!!!!, ¿penoso verdad?, y lo peor de todo, hacían ostentación pública de su condicion «friquística» y se reían de los pobres espectadores que sólo iba a disfrutar de un rato agradable de cine.
Dentro de la subespecie comentada anteriormente, algunos frikis se encargan de recordar al pobre «paleto», en ciertos foros de internet, que no pueden comentar el desagrado que les parecen ciertas obras cinematográficas, por motivos tan peregrinos como: «no conoces al autor de la obra en la que se basa la película», «no conoces a su director y tampoco puedes enjuiciarlo porque sólo has visto este filme», por poner sencillamete unos meros ejemplos. Estos frikis, que probablemente solo pisen la calle para ir a comprar el pan o acudir a su templo privado: el cine (o el cine X), son la demostración más inopinada de lo auténticamente importante que en nuestra sociedad se está convirtiendo el ocio. El ocio, en todo caso, mal entendido. Para una 2º parte hablaremos, más con calma, de la reacción de los frikis cuando se toca, por parte ajena y no precisamente de una manera pudorosa, su particular sancta sanctorum privado, sus mitomanías.