A una empresa se le ocurre la feliz idea de unir dos continentes mediante un cable de fibra óptica, provocando temblores y explosiones en su instalación subacuática. Esta actividad perturba la paz en lo más profundo del abismo de un ser prehistórico enorme, un ancestro de tiburón, nada menos que el Megamojón! Digo… el Megalodón!
¿Pero no se extinguieron los dinosaurios hace millones de años? Bah, y eso que más da!
Sí amigos, ahora resulta que el Megalodón aun habita en la Tierra, gracias a la tecnología de efectos visuales en CGI por obra de la élite de diseñadores búlgaros de Nu Image. Casi nada. Hasta ahora solo se sabía de la existencia de este dinosaurio marino gracias al hallazgo de uno de sus dientes, por lo que se especula que medía 20 metros, pesaba 30 toneladas y tenía una mandíbula donde cabían 5 hombres de pie, pero ya sabeis que hoy día es fácil resucitar cualquier bicho en un film mediante un Commodore 64 y poca vergüenza.
Más o menos estaba preparado para lo que se me venía encima al haber visionado semanas antes «Shark: El demonio del mar» («Shark Attack II«), pero aun así no salí de mi asombro: esto no es un Megalodón, no, es un Mega-Mega-Megalodón! Cutre, pero mega al fin y al cabo. Ni cabe decir, pues, que el mega-tiburón es el protagonista absoluto de este crimen histórico empaquetado en DVD, aunque su aparición sea escueta, aunque memorable.
Durante el transcurso del telefilm la lista de despropósitos produce tal vergüenza que necesitas pedir ayuda al 061 por el amago de infarto que te da culpa de esas infografías digitales al nivel de «El inquilino«, interpretaciones estreñidas, escenas ridículas que del shock se te cae la mandíbula al suelo y despropósitos varios. A saber:
– Los protas, que son tan malos interpretando que te dan ganas de matar a alguien.
– El intercambio de imágenes entre el tiburón de juguete e imágenes de archivo de National Geographic de tiburones blancos, al más puro estilo Ed Wood.
– El rujido del tiburón cual león enrabiado.
– Hay un cartel en la playa que pone CIERADO, en lugar de CERRADO.
– Con el oleaje que provoca el tiburón, los tripulantes de la embarcación de recreo, en lugar de hacer ver que caen, simplemente se tiran al agua tal cual.
– La escena gratuita de sexo.
Y eso es sólo el aperitivo para dar paso al plato fuerte: el ataque del tiburón-dinosaurio. Mira que he visto infinidad de pelis locas y absurdas, pero no recuerdo nada que se asemeje a la alucinante escena del final donde el Megalodón se zampa a la peña como si fueran Big-Macs. Bueno, Big-Macs con patatas fritas, Coca-Cola, tarta manzana y batido de fresa, porque el animalejo se traga hasta las embarcaciones enteras de un solo bocado!. Quizás con un poco de suerte las víctimas se pueden encontrar al abuelo de Pinocho en su estómago. Aquí es cuando nos levantamos todos al unísimo y nos pusimos a aplaudir eufóricamente de forma espontánea. Creedme, si existiera el museo de pelis mierda, esta escena estaría expuesta en la sala principal.
Uno ya no sabe si alucina por el manjar que se toma el tiburón o por el cutrerío de los efectos visuales, porque menuda bazofia de bicho, es más feo que el Cinéfalo Patán, sólo hay que echar un vistazo a la foto. Sinceramente, si yo fuera el responsable de esta chapuza prohibiría su edición al comprobar el resultado final. O eso o pido asilo político en otro país.
Así pues ya estais tardando en conseguir esta joya moderna que sin duda estará en el podio de las peores pelis que he visionado este año.